jueves, 18 de febrero de 2010

LA CRISIS (II). LAS SALIDAS.

En la anterior entrada del blog exponía mi visión sobre el origen de la crisis económica en España. Me gustaría hoy hacer un análisis de las salidas que se han planteado o sugerido, a veces veladamente, desde su inicio.

La patronal española, CEOE, por desgracia, nos tiene bastante acostumbrados a sus recetas "imaginativas" para superar cualquier dificultad económica. Da igual si la crisis se debe a falta de competitividad, a restricción del crédito o a agotamiento del modelo productivo, la solución mágica siempre es la misma: despido gratuito. Y digo gratuito porque el despido, que no se olvide, ya es libre en España. Pero no sólo esto, sino que esta gratuidad en el cese laboral debe aderezarse con algunos ingredientes menores pero que dan al guiso ese sabor tan especial que tanto aprecian los paladares pudientes: rebaja de cotizaciones sociales, restricción del gasto público, bajada general de impuestos directos. Mi impresión es que si el gobierno hubiese "tragado" a la primera con esto, otro gallo habría cantado. Que el gran capital de este país (empezando por el de los bancos), anda agazapado esperando que la situación reviente y el gobierno no tenga más remedio que ceder por la presión de la calle. Pero eso será que yo soy muy mal pensado, porque la CEOE, con su modélico presidente Díaz Ferrán a la cabeza, es una institución con sentido de Estado y responsable. Así que tranquilos, es sólo una impresión.

El Partido Popular tiene en la CEOE su portavoz oficioso, por carecer de pudor para plantear aquello que ellos quieren hacer pero no se atreven a decir. El PP ha concretado poco su alternativa de gestión de la crisis, más allá de las vaguedades habituales de "austeridad, bajada de impuestos y reformas estructurales". Sin embargo, entre las pocas propuestas que se han atrevido a plantear en el Congreso de los Diputados durante este tiempo, hay una bastante ilustrativa: la subida de la deducción por compra de vivienda del 15% al 25% en el IRPF. Esto es, de nuevo, el fomento de la burbuja inmobiliaria.

Lo que no se puede negar es que las propuestas de la derecha -económica o política, tanto da- son las de más rápido y espectacular efecto. Si bajamos los impuestos a las empresas, las cotizaciones sociales, el despido se abarata hasta la gratuidad, se erradica el concepto de despido improcedente, se fomenta la compra de bienes inmuebles, se congelan o se bajan los salarios, y se reduce el gasto de la administración indiscriminadamente, la situación macroeconómica mejoraría, a buen seguro, en poco tiempo. Pero, ¿a costa de qué? Entre los efectos de estas medidas, estarían, como mínimo, los siguientes:
  • La precarización, todavía mayor, del empleo.
  • La pérdida de recursos para la Seguridad Social, poniendo en riesgo las prestaciones futuras o haciendo recaer sobre los trabajadores el pago de las cotizaciones que dejan de abonar las empresas.
  • La merma de recursos de las administraciones públicas para afrontar sus pagos e inversiones, al menos temporalmente, repercutiendo en un mayor endeudamiento.
  • El resentimiento de las prestaciones sociales como consecuencia de los recortes presupuestarios o, como mínimo, la reducción drástica de las inversiones en infraestructuras.
  • El aumento de los impuestos indirectos -los más injustos- para suplir la pérdida de ingresos del Estado.
  • La pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, castigando a los sectores más débiles de la población.
  • Y lo peor de todo: un nuevo impulso a la economía especulativa que garantizaría una nueva crisis a medio plazo.
Lo que resulta importante resaltar es que el gobierno actual lleva casi dos años resistiendo presiones de todo tipo para optar por esta salida a la crisis: la de la precariedad y el beneficio rápido empresarial. Y es importante decir que es el primer gobierno de la democracia que lo hace: todos los gobiernos anteriores han respondido a la adversidad económica, de entrada, restringiendo derechos de los trabajadores.

Es comprensible la desesperación de las personas sin empleo que ven pasar el tiempo sin que se encuentren soluciones rápidas a la situación. Pero es que no hay soluciones rápidas que garanticen un futuro próspero y de justicia social. Por eso la salida de la crisis será dolorosa y lenta, pero servirá para que no se repitan situaciones como ésta. ¿Quiere esto decir que no habrá mas crisis? Las habrá, sin duda, pero no conllevarán tamaña destrucción de empleo si somos capaces de aguantar el chaparrón y salir de ésta mejorando el tejido productivo y relevando a la construcción como motor económico del país.

lunes, 15 de febrero de 2010

LA CRISIS (I). LOS ORÍGENES.

Mi tiempo para escribir se está volviendo escaso, muy escaso. Hace tiempo que me apetece exponer algunas reflexiones personales sobre la crisis económica, pero no encuentro el momento. En este conjunto de reflexiones, me gustaría empezar por hablar de los orígenes de la crisis.

Para que nadie se lleve a engaño, adelanto que mi análisis del origen de la crisis económica exculpa de ella, en buena parte, al gobierno socialista. Supongo que no sorprendo a nadie con esto. La autocrítica es saludable, y también la haré, pero a cada cuál lo suyo.

La última fase de crecimiento económico vivida por España se inició allá por 1994 y ha durado, ininterrumpidamente, hasta 2008. No es cierto que Aznar fuese el salvador de la economía española, que después de la crisis de 1992-1993 volvió a crecer todavía en época de los gobiernos de Felipe González. Durante estos catorce años de crecimiento económico, España ha acercado posiciones notablemente, en lo que a PIB per cápita se refiere, con los países más importantes de la Unión Europea.

¿En qué se ha basado esta larga etapa de crecimiento? Como todos sabemos, en la construcción. Sobre todo a partir de 1998, con la Ley de Suelo del Partido Popular. Esta ley partía del supuesto típico neoliberal: cuando se liberaliza un sector económico, los precios bajan. La excusa era, pues, que liberalizando el suelo, el precio de éste se abarataría y, con él, el de la vivienda. Como todo el mundo sabe, esto es exactamente lo contrario de lo que pasó. La fiebre especuladora que se apoderó del país, espoleada por los bajos tipos de interés que acompañaron la implantación del Euro, dio lugar a una burbuja inmobiliaria sin precedentes, construyéndose millones de viviendas cada año. Los precios, lamentablemente, no siguieron la senda que auguró el gobierno de la derecha, sino la contraria, alcanzándose niveles escandalosos.

El Partido Socialista llegó al gobierno con la burbuja inmobiliaria en plena ebullición y los precios de la vivienda por las nubes. Ya desde la oposición, se había cuestionado el modelo de crecimiento basado en la especulación del ladrillo. Para frenar la espiral de precios y poner las bases de un nuevo modelo económico se adoptaron algunas medidas:
  • Potenciación del mercado de alquiler frente a la compra de vivienda. Se creó el Ministerio de Vivienda y la Sociedad Pública de Alquiler, buscando ofrecer alternativas a la vivienda en propiedad a costes asumibles por economías modestas. Hay que reconocer que los resultados no han cumplido las expectativas.
  • Aumento sustancial de la oferta de viviendas de protección oficial. Durante los años de gobierno del PP dicha oferta se había reducido considerablemente, con lo que los especuladores de la construcción carecían de una competencia seria en lo que a precios se refiere.
  • Incremento de la inversión pública en I+D. A día de hoy, en los casi seis años de gobierno socialista, la inversión pública en I+D se ha multiplicado casi por 3. Con ello se buscaba un nuevo modelo económico basado en el conocimiento y el desarrollo de empresas de base tecnológica.
Evidentemente, todas estas políticas no han producido un efecto suficiente, que nos hubiese evitado entrar en una crisis como la que padecemos. Seguramente, las políticas encaminadas a implantar un nuevo modelo de desarrollo debieron ser más agresivas para que hubiesen dado resultado en menos tiempo.

¿Entonces el gobierno es el responsable de la crisis? No, y me explico. No lo es porque, desde el principio, impulsó políticas encaminadas al cambio de modelo económico, anticipándose a la caida del sector de la construcción. No lo es porque, hasta 2008, el sector de la construcción iba desacelerándose progresivamente, dando paso a otros sectores productivos que tomaban el relevo en la economía del país. Y no lo es porque este relevo se habría hecho posible sin traumas de no haber sido por la crisis financiera internacional de finales de 2008, que vino a estrangular completamente el crédito que mantenía vivo al sector inmobiliario en su aterrizaja suave.

Resumiendo, en mi opinión, el gobierno se anticipó a los problemas y puso en marcha políticas adecuadas. El problema es que el ritmo de esas políticas iba acompasado a la desaceleración del sector nacional de la construcción, no contaba -nadie en el mundo lo hizo- con la catástrofe financiera que se avecinaba en EEUU, que se llevó por delante a verdaderas moles bancarias y que contagió de pánico a la banca mundial. Con esto se acabó el crédito, el sector de la construcción se precipitó al vacío, y hasta hoy.