domingo, 1 de agosto de 2010

BALANCE DEL CURSO POLÍTICO

Desde el pasado 12 de mayo, día en que se hicieron públicas las medidas de ajuste económico establecidas por el gobierno, no he incluido ningún post de contenido político en este blog, con lo que podría parecer que rehuyo dar la cara sobre el tema. Ya sé que no tengo por qué hacerlo, no quiero parecer pretencioso, pero como socialista me siento obligado a ello.

Mi opinión sobre las medidas concretas la expuse ya en el citado post del 12 de mayo. Después estas medidas fueron aprobadas en el Congreso de los Diputados y hemos tenido nuevos capítulos sobre política de reformas, como es el caso de la del mercado de trabajo. En cuanto a las medidas de ajuste, sigo pensando que las más dolorosas son el recorte de salario a los funcionarios públicos y la congelación de las pensiones (excluidas las mínimas y no contributivas).

En mi opinión, a estas alturas está claro que los recortes fueron consecuencia de la situación de inestabilidad de los mercados financieros generada por la crisis griega. Fue la única forma, drástica y tajante, de estabilizar el barco ante el riesgo de hundimiento. Entiéndase por "hundimiento" la situación que se habría producido si el país no hubiese sido capaz de generar la confianza suficiente para que el coste de su deuda pública fuese sostenible y, en última instancia, para que dicha deuda tuviese salida en los mercados y no obligase al Estado a la suspensión de pagos. Ante la posibilidad de que se diese esta situación, que habría tenido consecuencias muchísimo peores que las que estamos sufriendo por los ajustes, el gobierno hizo lo que tenía que hacer para garantizar la solvencia del Estado. Otra cosa es que podamos matizar si los recortes podrían haberse distribuido de otra manera. Lo que está claro es que quien no cumplió con su papel de defensa del país fue el PP de Rajoy, que sabiendo a lo que nos exponíamos, votó en contra de la convalidación de unas medidas cuya alternativa, en aquel momento, era el abismo. Una vez más, una demostración de patriotismo.

El tiempo ha demostrado que la política del gobierno socialista -unida a los buenos resultados de las pruebas de resistencia de la banca y a la reestructuración del sector de las cajas de ahorro- está sirviendo para estabilizar la situación financiera del país. El Estado está haciendo frente a sus obligaciones de pago con normalidad, los ingresos tributarios están aumentando con respecto al año pasado y el déficit público está siendo recortado sustancialmente. Además, la deuda pública se ha abaratado sensiblemente, su demanda en los mercados sigue siendo robusta y la prima de riesgo ha descendido notablemente. La situación es mala, pero no es crítica, se estabiliza y no hace temer por la solvencia del país.

La conclusión de todo esto es que hemos sido capaces de contener el desastre dando un pequeño retroceso en nuestras condiciones de vida como país. Sin duda, a medio y largo plazo, hemos salido ganando, lo que no quiere decir que las medidas hayan sido un plato de gusto para nadie, mucho menos para los socialistas.

Lo que corresponde ahora es plantearse cómo retomar las políticas de expansión del estado del bienestar en cuanto sea posible. Esta crisis nos enseñará a ser, en el futuro, más austeros y responsables en la gestión pública, dedicando los recursos públicos a aquello que consideremos realmente necesario y de justicia. Hay que plantearse, además, una reforma fiscal en profundidad. El objetivo de la misma debe ser recaudar más y mejor. Aumentar la presión fiscal -ya está claro que un sistema de protección social cuasi-nórdico en algunos aspectos no se puede mantener con la presión impositiva actual- redistribuyendo su carga en el conjunto de la sociedad. Hay que plantearse recuperar los impuestos sobre el patrimonio, de sucesiones y donaciones (allí donde éstos últimos hayan sido suprimidos). Habría que estudiar la introducción de la progresividad en el impuesto de sociedades, hacer más progresivo y simple el IRPF, eliminando deducciones, aumentar los gravámenes de las rentas del capital e introducir impuestos especiales a las grandes fortunas -como parece que va a ocurrir en los próximos presupuestos generales del Estado-. Hay que profundizar de una vez en la federalización del Estado, haciendo posible una verdadera corresponsabilidad fiscal de las comunidades autónomas. Hay que legislar, en dichas comunidades, para establecer baremos de retribución de cargos públicos municipales, evitando el despilfarro que hemos padecido en la última década.

En resumen, los socialistas debemos tener una política fiscal propia, de la que hemos carecido en todos los años de gobierno desde 2004. Una política fiscal basada en las medidas expuestas y en cualesquiera otras que tengan los mismos fines. Hay que hacer justicia haciendo pagar más, realmente, a quien más tiene, y obtener mayores recursos públicos para hacer más y mejor política social. Esto es, para redistribuir la riqueza y contribuir a la igualdad de oportunidades. ¿Para qué si no estamos aquí?