viernes, 27 de mayo de 2011

LA IZQUIERDA QUE VIENE

Los socialistas hemos sufrido un severísimo correctivo en las elecciones del pasado domingo. El PSOE se debate ahora entre las primarias que deben designar al candidato/a a las elecciones generales de 2012 o celebrar un congreso extraordinario que renueve la dirección del partido y, de paso, nomine al Secretario/a General como candidato/a para dichas elecciones. 

Hasta el domingo, me parecía que lo razonable era la celebración de primarias, aplazando el congreso hasta después de las elecciones generales de marzo. Esto garantizaría que José Luis Rodríguez Zapatero actuaría como garante de todo el proceso, hasta su sustitución a la cabeza del partido. Sin embargo, el descalabro electoral sufrido el domingo ha alterado estos planes. La cuestión es si, después de haber constatado el descrédito de nuestra oferta electoral, es viable ofrecer a la ciudadanía un simple cambio de cartel. Independientemente de quién asuma la responsabilidad de la candidatura, parece evidente que el electorado socialista exige hoy mucho más que eso. Sin una nueva oferta programática y una revisión ideológica, poco podemos conseguir.

Se dice con frecuencia que el PSOE necesita recuperar las señas de identidad de la Socialdemocracia. Yo diría que las ha mantenido en casi todos los campos, muy especialmente en el de las políticas sociales y en la ampliación de los derechos civiles. Por el contrario, creo que las hemos perdido en un ámbito esencial: la política fiscal. Los gobiernos socialistas han hecho bandera, erróneamente, de las bajadas de impuestos. Se ha eliminado el impuesto sobre el patrimonio, se ha bajado el impuesto de sociedades y sólo se han introducido tímidas subidas en los tramos altos del IRPF (después de haber bajado el tipo máximo de dicho impuesto en ejercicios anteriores). Además, se han subido impuestos indirectos como el IVA y no se ha actuado contra los privilegios fiscales de las SICAV. Los ingresos tributarios del Estado siguen descansando sobre las rentas del trabajo, siendo el tipo medio efectivo del impuesto de sociedades (lo que realmente tributan las empresas, una vez realizadas las deducciones a que tienen derecho) inferior al del IRPF. Para decirlo gráficamente, tomo la frase de un sindicalista español: "las empresas en España tributan como si fuesen mileuristas".

Este estado de cosas es insostenible y muy difícil de defender por un partido que se llama Socialista y Obrero. Hay que abordar una reforma tributaria profunda que redistribuya el peso de la presión fiscal. Tiene que pagar más quien más tiene, sea persona física o sociedad mercantil. No podemos hacer la política fácil de bajada de impuestos en los ciclos expansivos porque cuando llega una época de crisis los ingresos del Estado se desmoronan, siendo más necesarios que nunca para mantener las coberturas sociales. No se puede sostener un estado de bienestar como el que hemos construido con una presión fiscal impropia de un país europeo y hay que decírselo a la gente. No podemos competir con la derecha neoliberal en este terreno, ni debemos hacerlo. Además, la mayoría no queremos.

La crisis de la Socialdemocracia europea tiene su origen en lo que se ha expuesto anteriormente: aceptar los dogmas del neoliberalismo económico como los únicos posibles. El electorado nos retira su apoyo cuando asumimos dichos dogmas, bien porque no los comparte o bien porque, compartiéndolos, prefiere votar a partidos de derecha para que los lleven a la práctica. La ciudadanía nos ha mostrado estos días su hartazgo por esta situación. Los movimientos de protesta aportan razones de puro sentido común que deberíamos tener muy en cuenta a la hora de redefinir nuestras posiciones. Sin obviar que algunas de sus propuestas son -en mi opinión- inviables, debemos prestar a este movimiento social la atención que merece. 

Son malos tiempos para el Partido Socialista. Los militantes debemos estar preparados para afrontar grandes retos y sacrificios en el futuro inmediato. Tenemos la inmensa suerte de contar con un electorado exigente, que no deja pasar los grandes errores sin ejercer su voto de castigo. Eso nos tiene que ayudar a ser mejores, nunca debe verse como un problema. Los socialistas hemos perdido, en parte, el prestigio que durante décadas atesoró nuestro partido gracias al trabajo de muchos cargos públicos y militantes ejemplares. El PSOE se merece que recuperemos ese prestigio perdido. Y eso sólo será posible volviendo a las exigencias morales que caracterizaron los comienzos del movimiento obrero. Los socialistas debemos dar ejemplo de austeridad, honestidad, humildad y respeto por el adversario. Y lo tenemos que hacer por encima de lo que es exigible a cualquier ciudadano. Sólo así haremos posible que ser de izquierdas tenga futuro.