martes, 23 de diciembre de 2014

¡ORDEN EN LA SALA!

En la última sesión plenaria celebrada en el Ayuntamiento de Berja -ayer, día 22 de diciembre- se produjo la expulsión del Salón de Plenos de un vecino del municipio. Es el segundo caso que he visto -éste a través de prensa digital local-, desde que ostenta la Alcaldía el Sr. Antonio Torres. Parece como si el Alcalde se tomase al pie de la letra la típica orden de las películas de juicios: ¡Orden en la sala! En este caso, a falta de maza, armado con teléfono móvil para requerir los servicios de la Policía Local y forzar la expulsión del díscolo vecino.

Nunca he respaldado, y ahora tampoco, ninguna actitud de provocación del público asistente en una sesión plenaria. De haber estado en la piel del vecino expulsado del Pleno, habría optado por callarme disciplinadamente y acatar las órdenes del Alcalde. Pero lo que parece evidente es que el motivo para el primer "apercibimiento" del Alcalde, con amenaza de expulsión incluida, es insignificante. Según lo visto en el vídeo, se le llama la atención por "hacer gestos", y según diversos testigos de los hechos esos gestos, que los hubo, no fueron más allá de una sonrisa -diremos que sarcástica- ante las manifestaciones que estaba haciendo el portavoz del Grupo Popular -Sr. Lupión-, en uso de la palabra en ese momento. 

Es cierto que el Reglamento de Organización y Funcionamiento de las Corporaciones Locales establece, en su artículo 88.3, que "el público asistente a las sesiones no podrá intervenir en éstas, ni tampoco podrán permitirse manifestaciones de agrado o desagrado, pudiendo el Presidente proceder, en casos extremos, a la expulsión del asistente que por cualquier causa impida el normal desarrollo de la sesión. Sin perjuicio de ello, una vez levantada la sesión, la Corporación puede establecer un turno de consultas por el público asistente sobre temas concretos de interés municipal". Esas "manifestaciones de agrado o desagrado" no quedan definidas en el reglamento, por lo que corresponde al Alcalde su interpretación y discernir si se consideran como tales las simples sonrisas, por muy llamativas o irónicas que puedan ser. En mi opinión, la interpretación realizada por Antonio Torres es excesivamente rigurosa, sin perjuicio de que la reacción posterior del vecino afectado no fuese adecuada y justificase, ahora sí, su llamada al orden. Admitiendo que dicha reacción no es aceptable, si hablamos de provocaciones, la principal fue la del Alcalde al llamar la atención a alguien que en ningún caso estaba interrumpiendo el desarrollo de la sesión. Cualquiera que haya estado en un Pleno como público, probablemente, habrá hecho este tipo de manifestaciones de agrado o desagrado, como se puede ver a diario en los hemiciclos de los parlamentos o en cualquier reunión pública. Yo, sin ir más lejos, lo he hecho, sin que nunca se me haya llamado la atención. Lo que demuestra que la actitud de nuestro Alcalde es de provocación calculada: solo le he visto llamar la atención a personas que piensa que van a reaccionar de forma desproporcionada, con la intención deliberada de que así sea y se justifique su expulsión. Lamentablemente, en los dos casos que conozco, ha acertado.

La actitud del Alcalde y del portavoz del Equipo de Gobierno local refleja, además de su ánimo de provocar, una gran falta de cintura política. Parece mentira que dos personas con amplia experiencia de gobierno tengan tan poca tolerancia a una sencilla muestra irónica de desacuerdo. Además, resulta incoherente que el Alcalde no ponga el mismo celo en controlar la actitud en los Plenos de los miembros de la Corporación -los concejales y concejalas-. El citado artículo del ROF no alude a su conducta, pero para quien se muestra tan severo con las actitudes del público, sería exigible un mayor control del comportamiento de los ediles, empezando por quienes dan sustento al gobierno local. Como portavoz de la oposición, tengo que soportar sesión tras sesión manifestaciones no ya de desacuerdo, que es lo normal, sino de puro desprecio por parte de algunos integrantes del Grupo Popular -no todos, que todo hay que decirlo-. Para ser tan exigentes con las actitudes del público, habría que empezar por ser ejemplar en las actitudes propias. Cualquiera que frecuente el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Berja sabe que esa ejemplaridad brilla por su ausencia.

Por otro lado, es triste que nuestro primer edil sea tan diligente a la hora de aplicar la parte represiva del ROF y, sin embargo, no se anime a aplicar con la misma diligencia la parte final del artículo citado, la que faculta a la Corporación a dar la palabra al público una vez levantada la sesión. Una vez más, la carencia democrática en su ADN político se pone aquí de manifiesto.