lunes, 25 de enero de 2016

LO QUE YO QUIERO

Dados los resultados electorales del pasado 20 de diciembre, al PSOE solo le caben tres opciones: pactar con el PP en la llamada "gran coalición", pactar con Podemos y otros grupos para promover un gobierno de izquierdas o negarse a ambas cosas y forzar la celebración de nuevas elecciones. Desde el 20-D, por otro lado, no dejamos de oir a barones, baronesa y viejos líderes eméritos decirnos que no se puede pactar con el Partido Popular, que no es admisible ir a nuevas elecciones y que no se puede pactar con quien quiere "romper España y el PSOE" -en referencia a Podemos-. Resumiendo, si el PSOE fuese un ascensor, estarían pidiendo que ni suba ni baje ni se quede quieto. No sé si se dan cuenta de que su encerrona cada vez conduce con más claridad a desguazar el ascensor, la única opción posible una vez descartadas las otras tres.

La oferta de pacto realizada por Pablo Iglesias el viernes pasado vino a ser una gota más en el camino a colmar el vaso de la exigua paciencia de la vieja guardia del partido. Reconociendo que las formas pudieron ser mejores, se hace difícil entender a qué viene tanta indignación por sentirse insultados de quienes no han dejado de insultar a Podemos en ningún momento, prácticamente desde su creación -aunque se reservan el derecho de pactar con ellos para ostentar su cuota de poder institucional-. Tampoco se entiende que se rasguen las vestiduras por la supuesta humillación a la dirección y al candidato socialista quienes fueron los primeros y más fervientes humilladores de Pedro Sánchez desde el mismo día 20 de diciembre, dejándolo maniatado en el diálogo político que se avecinaba. Parece claro que toda esta sobreactuación no es sino -en el mejor de los casos- una estrategia destinada a forzar el abandono de la Secretaría General por parte de Pedro Sánchez. Ellos y ella, que hicieron todo cuanto estuvo en sus manos para que llegase a donde está, se afanan sin escrúpulos en lapidarlo de forma preventiva ante la posibilidad de que actúe con criterio propio en el proceso de investidura. Y lo peor es que parecen creer que no se nota, que la ciudadanía y la militancia de base -con quienes perdieron el contacto hace tiempo- no nos damos cuenta de sus oscuros juegos de intereses. Aunque también hay que decir, con sonrojo por mi parte, que sigue habiendo una parte de la militancia -creo que minoritaria- que jalea y difunde los exabruptos de esta especie de gerontocracia que se cree en posesión de las esencias del partido. Todo ello sin que ni unos -los barones, baronesa y viejas glorias-, ni otros -esos militantes airados contra Podemos como si fuese el mismo demonio- expliquen qué es lo que quieren que haga el PSOE en esta complicada tesitura.

En estas situaciones, la mejor forma de ser leal a las siglas es mojarse. Por eso voy a decir lo que yo, como militante socialista, quiero que haga el PSOE. Y no es otra cosa que intentar un pacto de izquierdas con Podemos e Izquierda Unida. Se me dirá que es arriesgado, y es cierto. ¿Acaso no lo es, desde el punto de vista de la táctica, forzar la convocatoria de nuevas elecciones? Por no hablar de pactar con el PP, que más que riesgo, comporta la segura desaparición del PSOE del mapa político español.

Los programas del PSOE y Podemos son perfectamente compatibles en su mayor parte. Y la participación de IU en este pacto de izquierdas me parece también deseable. Será difícil, seguro. Pero las bases y votantes de los tres partidos de izquierda no entenderían que se desaprovechase la oportunidad de poner en marcha políticas progresistas que mitiguen las fechorías que hemos tenido que aguantar a la mayoría absoluta del Partido Popular. 

La propuesta de Podemos sobre el referendum en Cataluña no debe ser un obstáculo para iniciar la negociación. Podemos -ni su marca catalana- no es un partido que promueva la independencia de Cataluña, por mucho que se haya difundido esta idea de manera torticera. Hay que tener en cuenta que la celebración de una consulta -que debería ser referendum consultivo, como dice nuestro compañero José Antonio Pérez Tapias- sobre la independencia es una opción asumida de forma muy mayoritaria en Cataluña, pese a que el independentismo no lo es. El PSC, sin ir más lejos, ha defendido hasta hace poco esta propuesta, siempre que se hiciese de forma legal y pactada con el Estado. La renuncia a esta idea ha sido letal para nuestro partido hermano catalán, a quien En Comú Podem le ha arrebatado la bandera del izquierdismo catalanista en las últimas elecciones. No hay más que ver cómo el histórico cinturón rojo de Barcelona se ha teñido claramente de morado, como también ha ocurrido en Euskadi. Todo ello nos debería llevar a reaccionar y reorientar nuestras políticas, si queremos volver a ser -como decía Zapatero- "el partido que más se parezca a España". Es necesario complementar nuestra propuesta de reforma constitucional federal con un planteamiento de consulta que dé salida a una situación enquistada que no se resolverá con bravuconadas de los nacionalismos de uno u otro signo.

En resumen, quiero pacto de izquierdas con Podemos e Izquierda Unida, a ser posible en forma de gobierno de coalición. Creo que es posible la investidura de Pedro Sánchez si a los votos de estos grupos se añaden los del PNV y la abstención del resto, excepto el PP y Ciudadanos. Y creo que se puede conseguir sin asumir hipotecas imposibles. Los partidos nacionalistas saben también que, desde el desacuerdo, es más fácil encontrar vías de reconocimiento a la singularidad territorial de Cataluña, Euskadi o Galicia desde posiciones progresistas que desde la cerrazón españolista y recentralizadora de PP y Ciudadanos. 

Asumo que, a pesar de estos propósitos, puede no ser posible llegar a un acuerdo como el descrito. Lo que digo es que hay margen de sobra para que la negociación se inicie, sin vetos ni líneas rojas. Es más lo que une que lo que separa, y yo quiero que ese diálogo se inicie cuanto antes. Compañeros barones, baronesa, exlíderes del partido, compañeros de base, ¿me podéis decir de una santa vez qué queréis vosotros?