sábado, 3 de septiembre de 2016

DESPUÉS DEL NO

Esta tarde ha tenido lugar la segunda votación de investidura de Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados. Como era previsible, ha vuelto a cosechar el resultado que se produjo 48 horas antes, con 180 votos en contra y 170 a favor, sin conseguir por tanto la confianza parlamentaria para ser investido Presidente del Gobierno. 

El discurso de Pedro Sánchez en el debate de investidura me pareció muy acertado, por cuanto supuso una exposición clara y contundente, pero sin estridencias, de todas las razones -que no son pocas- por las cuáles Mariano Rajoy no merece la confianza del PSOE para ser presidente. Además de todo lo dicho por nuestro secretario general, cabe añadir que la manera en que se ha conducido Rajoy en su búsqueda de apoyos retrata bien su forma de hacer política: de no ser por la propuesta de seis condiciones para la negociación que hizo Albert Rivera, hoy seguiríamos esperando a que D. Mariano tomase la iniciativa para negociar su investidura, a pesar de sus continuas apelaciones cínicas a la "urgencia" de la formación de gobierno. Quien actúa así, quien instrumentaliza las instituciones a su favor -poniendo tal fecha al debate de investidura que haría convocar las eventuales nuevas elecciones el 25 de diciembre-, quien demuestra -a través de su portavoz, Rafael Hernando, el inefable- su macarrismo político en sede parlamentaria e incluso para con sus socios y quien, con su pacto con C's "por la regeneración" aun de cuerpo presente, actúa nombrando al exministro Soria para un cargo en el Banco Mundial con nocturnidad y alevosía, demuestra con creces que no es digno de ostentar la Presidencia del Gobierno de España. Si algo ha quedado claro con el debate y posterior votación de hoy, y con los hechos citados, es que Mariano Rajoy, el eterno resistente de la política española, empieza a oler a cadaver político.

Entiendo que la actuación del PSOE en el proceso que ha concluido hoy en el congreso ha sido la correcta: Gobierno del PP, de entrada NO. Termina aquí una etapa y se abre el período de dos meses en el que los partidos deben tratar de articular alguna suerte de mayoría parlamentaria que permita la formación de gobierno. Más allá de la conveniencia partidista -a mi juicio dudosa- de la convocatoria de nuevas elecciones, considero que no es de recibo, desde el punto de vista de la normalidad democrática, la convocatoria de nuevas elecciones en diciembre. Por tanto, debe abrirse un debate amplio y generoso entre los partidos para tratar de hacer posible un acuerdo.

Resaltando, como ya se ha hecho más arriba, el acierto de la actuación de Pedro Sánchez y el PSOE en esta primera fase, hay que plantearse qué hacer ahora. Si se descarta, por los motivos expuestos, la celebración de nuevas elecciones, el NO a Rajoy debe ir seguido de la exploración de posibles alternativas. Desde mañana, Pedro Sánchez debe abrir una ronda de diálogo con todas las fuerzas políticas parlamentarias, con la excepción del PP, para poner en común una valoración de la situación y sondear los posicionamientos que cada una de ellas esté dispuesta a adoptar en caso de presentar su candidatura al Jefe del Estado. 

Dada la composición del Congreso de los Diputados, solo hay una opción razonable para conformar el núcleo de una mayoría suficiente que haga posible una eventual investidura de Pedro Sánchez: un pacto de gobierno entre el PSOE y Unidos Podemos. Este pacto reuniría el apoyo directo de 156 diputados, todavía a 20 de la mayoría absoluta, pero una base que puede ser suficiente para afrontar la acción de gobierno -con 156 diputados gobernó Aznar en su primera legislatura-. Evidentemente, ambas fuerzas políticas deberían intentar un acuerdo programático con los mínimos imprescindibles, sin imponer líneas rojas previas y poniendo, esta vez de verdad -por ambas partes-, interés sincero en conseguir el entendimiento. A partir de este núcleo duro, se debería ofrecer la posibilidad de sumarse a dicho pacto -negociando lo que fuese preciso- al resto de las fuerzas políticas citadas. Espero que sea posible, dada la situación, el levantamiento de vetos mutuos entre Unidos Podemos y Ciudadanos, ya que el apoyo de éstos para la investidura -siquiera con su abstención- sería, quizá, el escenario más deseable. Esto obliga, necesariamente, a que el pacto inicial de los partidos de izquierda sea forzosamente moderado y centrado en objetivos de regeneración y transparencia -de verdad, no la que practica el PP-, de rescate social, de consensos básicos para la recuperación del terreno perdido en Educación, Sanidad y Servicios Sociales, y de reformas tributarias para conseguir un mejor reparto de la carga impositiva y una mayor recaudación que eviten futuros recortes presupuestarios. En este escenario, sería inevitable un aplazamiento de posibles reformas en cuanto a la estructura territorial del Estado. Cabe sin embargo recuperar, en lo que dependa del Gobierno de España, la cordura y la voluntad de entendimiento con base en el respeto a la diversidad territorial del país, huyendo de la deriva recentralizadora de las derechas y de su negación de la pluralidad de indentidades que coexisten en España.

Creo que la alternativa expuesta anteriormente sería la más deseable. Conseguiría desalojar al PP del gobierno y poner en marcha políticas regeneradoras en el sentido más amplio del término. Probablemente sería una legislatura corta, no más allá de dos o tres años, pero suficiente para impulsar cambios sustanciales en las formas de hacer política que hemos conocido en los últimos tiempos. No obstante, si el apoyo de Ciudadanos no fuese posible -o incluso de forma simultánea, ojalá- no debe descartarse el acuerdo con nacionalistas vascos y catalanes. Un nuevo talante frente a la realidad territorial de España puede hacer posible un entendimiento de mínimos que desactive los procesos rupturistas en marcha si se plantea un horizonte de concertación que pueda resultar esperanzador. Me podrán llamar iluso, pero yo me niego a renunciar a que eso sea posible y la única opción sea tensar la cuerda por parte de nacionalistas de uno u otro signo.

Como es evidente, todo lo dicho supone un proceso lleno de incertidumbres y dificultades, hasta el punto de que podría no ser posible la formación de ese gobierno alternativo. Si yo estuviese en la piel de Pedro Sánchez, y desde el mayor de los respetos a los órganos de dirección de mi partido y a su militancia, quienes tendrían, en todo caso, la última palabra en cualquier propuesta de acuerdo, empezaría mañana mismo a trabajar en ese posible acuerdo de gobierno con Unidos Podemos. Y si lo consiguiese, fuese cual fuese la postura de C's y nacionalistas, me postularía como candidato. Si el acuerdo de gobierno no fuera posible o no consiguiese la confianza del congreso, estaríamos en otro escenario que habrá que analizar en su momento. Pero, como se suele decir, cuando lleguemos a ese río, cruzaremos ese puente.