sábado, 2 de junio de 2018

SOBRE EL GUSTO DE TENER RAZÓN

A mí, supongo que como a todo el mundo, me gusta tener razón. Los acontecimientos de ayer y hoy creo que me la han dado, por cuanto el triunfo de la moción de censura del PSOE ha dado lugar a un embrión de colaboración parlamentaria que ha de ser el sostén del nuevo gobierno. 

Hoy me acuerdo de que, en enero de 2016, con las elecciones recientes, me pronuncié a favor de que el PSOE buscase un pacto de izquierdas para formar gobierno apoyado, si era necesario, por partidos nacionalistas. Me acuerdo de que consideré un error absoluto el pacto de investidura con Ciudadanos de 2016 -y voté "No" en la consulta realizada por el PSOE, lo que me costó más de un enfrentamiento con compañeros-; hoy todos vemos claramente cuál es el cariz de este nuevo "centro regenerador". Protesté hasta donde pude contra la conjura de barones, vieja guardia y grupos mediáticos para abortar una posible coalición progresista y, en útlima instancia, cesar a Pedro Sánchez como Secretario General -a quien no voté en 2014, en contra de las directrices de los mismos-. Participé, también en la medida de mis posibilidades, en la vuelta de Pedro Sánchez a Ferraz, porque entendía que el proyecto que encarnaba era el mejor de los que se ofrecían para el PSOE, lo que no me ha impedido después criticar algunas de sus actuaciones que me han parecido poco adecuadas.

Para quien tenga ganas de leer, todo está escrito (en entradas anteriores de este blog). Hoy Pedro Sánchez será presidente del gobierno y tendrá por delante una tarea muy complicada dada la debilidad que supone sustentar el gobierno sobre un grupo parlamentario de 84 diputados. Inevitablemente, Unidos Podemos va a ser un socio preferente en el Congreso de los Diputados, no puede ser de otra manera. Ambos grupos deberían fijar una agenda común legislativa centrada en sacar adelante las iniciativas que en este tiempo han sido vetadas por PP y Cs y en revertir las medidas más regresivas aprobadas en la legislatura de mayoría absoluta popular. Para todo ello, creo, hay suficiente consenso entre ambos y el resto de partidos minoritarios del Congreso -con algunas excepciones-.

Muchas cosas tendrán que cambiar, por tanto, en la relación entre PSOE y Podemos. Hago un llamamiento a mis compañeros socialistas para que se instale entre nosotros el clima de respeto hacia Podemos que siempre debió existir, lo que no implica estar de acuerdo en todo ni renunciar a la crítica. También lo hago a Podemos, especialmente a su líder, Pablo Iglesias Turrión, para que manifieste realmente la disposición a la colaboración y al acuerdo que dice tener. Para que no haga demandas maximalistas que puedan truncar el frágil equilibrio con el que el nuevo gobierno echa a andar. No es el momento, por ejemplo, de configurar un gobierno de coalición, pues es necesario afianzar una relación de confianza entre ambos partidos que lo haga posible en el futuro, si fuese necesario. Espero que eso no sea un excusa para cercenar la incipiente voluntad de colaboración mostrada por Podemos en estos días.

A Pedro Sánchez le envío mi felicitación más sincera. En el debate de la moción de censura me sentí plenamente identificado con sus planteamientos y con el tono empleado, también hacia ERC y el PdeCat. Planteamientos y tono que han sido una rectificación del Pedro Sánchez de los primeros tiempos y, en alguna cosa, del de las últimas semanas. Creo que esa es la vía, la de defender con firmeza que los posibles cambios en materia territorial tendrán que venir con arreglo a los cauces legales, a la Constitución. Pero no negar el anhelo de una parte importante de la sociedad de Cataluña de que esos cambios se produzcan. 

Si el gobierno de izquierdas de Portugal ha quedado marcado con el apelativo popular de "gobierno de la geringonça" (de la chapuza) y ha sido capaz de mantenerse y obtener resultados admirados en Europa, espero que nuestro gobierno "Frankenstein" también lo sea. Hagamos todos el esfuerzo de generosidad necesario para conseguirlo. Contamos, tanto en el PSOE como en Podemos, con personas brillantes que deben ser capaces de tejer lo acuerdos que luego se extiendan a otras formaciones del Congreso. Se trata de demostrar que la pluralidad de la izquierda no es un obstáculo insalvable para gobernar. Y nos lo jugamos a una carta: o sale bien, o en las próximas elecciones las derechas volverán por sus fueros.