Me parece fuera de discusión que, en los 35 años en que nuestro país ha estado regido por políticos democráticos, se ha avanzado, en todos los aspectos, mucho más que en cualquier otra etapa histórica. En España queda mucho residuo de la animadversión hacia los políticos sembrada y abonada durante la dictadura -ya lo decía el propio Franco: "Haga usted como yo, no se meta en política"-. Este colectivo suele ser uno de los enemigos públicos mejor situados -junto con los funcionarios- a la hora de hacerse acreedor de las iras de los ciudadanos y convertirse en culpable de todos los males pasados, presentes y por venir.
Al calor de la crisis resurgen teorías sobre el excesivo número de cargos públicos en España o la desmesura de sus retribuciones. Teorías con una alta dosis de demagogia y populismo que pueden derivar en un descrédito de la Política que, a mi entender, nos llevan por derroteros socialmente peligrosos.
El caso es que preferimos creernos que, efectivamente, hay demasiados políticos sin comprobar si su número es similar al de otros países europeos. También hemos aceptado durante mucho tiempo que un albañil gane 3.000 euros al mes pero nos parece intolerable que un consejero autonómico o un diputado gane 3.500 ó 4.000. Todos entendemos que un ingeniero jefe de una obra pública gane cantidades parecidas a las citadas porque tiene una alta formación y un trabajo exigente. Sin embargo, de los políticos preferimos pensar que no se la merecen porque carecen de formación, son ineptos y, además, vagos y sinvergüenzas.
Al desprestigio de la actividad política se aplican, incluso, personajes como Esperanza Aguirre o Mariano Rajoy, que llevan viviendo de ella al menos tres décadas. Ambos han lanzado propuestas de reducir el número de miembros en la Asamblea de Madrid y en las corporaciones locales, respectivamente. Estas propuestas cabalgan a lomos de la ola de impopularidad de la política y son más efectistas que efectivas. Por poner un ejemplo, la proporción de concejales que carecen de sueldo municipal excede, con mucho, el 30% que se piensa reducir. ¿Dónde está entonces el ahorro? Además, esta reducción conlleva una pérdida de proporcionalidad en el sistema electoral -ya de por sí poco justo con los partidos minoritarios-. Valga de muestra el caso de Dalías (Almería), actualmente con 11 concejales. En las pasadas elecciones municipales se produjeron los siguientes resultados: IPD, 4 concejales; PSOE, 3 concejales; PP, 2 concejales; PAL, 1 concejal e IU, 1 concejal. Si el número de concejales se redujese un 30%, Dalías contaría con 8 concejales. Con los resultados citados, la distribución sería: IPD, 3 concejales; PSOE, 3 concejales y PP, 2 concejales. El PAL e IU no tendría representación, pese a que cada uno de ellos obtuvo casi un 8% del total de votos válidos.
No obstante, es cierto que hay que aplicar correcciones en el funcionamiento de la actividad política en España. Es necesaria una mejor regulación de las retribuciones de los cargos públicos, de sus derechos y sus obligaciones. En su momento dejé algunas propuestas en este mismo blog. Hay que ajustar el sistema para que sea más representativo, más justo y más transparente. Y hay que reconocer que han sido los políticos quienes se han ganado la desconfianza de los ciudadanos. Quizá sobren algunos políticos, pero no la actividad política. La Política, con mayúscula, tampoco es el enemigo a batir.
Llevo vinculado al PSOE desde hace más de diez años. En todo este tiempo, el único privilegio que he obtenido de mi militancia es el de figurar en la candidatura para Berja que mi partido presentó en las elecciones municipales de 2011. No fui elegido concejal por apenas cuarenta votos. No sé si me puedo considerar un "político" o no, pero me siento responsable de los aciertos y errores de mi partido. No puedo evitar sentirme ofendido cuando escucho esas diatribas de barra de bar en contra de los políticos, sin distinción. La animadversión a la política que se percibe en -casi- cada reunión de amigos o tertulia de compañeros de trabajo me entristece y me hace sentirme impotente ante el descrédito de algo que para mí es algo más que una afición o un hobby. Este blog es un intento de hacer pedagogía de la Política como actividad humana esencial, que forma parte inevitable de nuestra forma de vida. La Política impregna, le pese a quien le pese, todas las actividades del ser humano. Los que nos dedicamos a ella de alguna forma debemos esforzarnos por ser ejemplos de honestidad para aportarle prestigio. Y los que no, deberían esforzarse en valorar su importancia con rigor, abandonando la cultura de la sospecha que lleva a dar por cierta cualquier barbaridad que se impute a un político.
No obstante, es cierto que hay que aplicar correcciones en el funcionamiento de la actividad política en España. Es necesaria una mejor regulación de las retribuciones de los cargos públicos, de sus derechos y sus obligaciones. En su momento dejé algunas propuestas en este mismo blog. Hay que ajustar el sistema para que sea más representativo, más justo y más transparente. Y hay que reconocer que han sido los políticos quienes se han ganado la desconfianza de los ciudadanos. Quizá sobren algunos políticos, pero no la actividad política. La Política, con mayúscula, tampoco es el enemigo a batir.
Llevo vinculado al PSOE desde hace más de diez años. En todo este tiempo, el único privilegio que he obtenido de mi militancia es el de figurar en la candidatura para Berja que mi partido presentó en las elecciones municipales de 2011. No fui elegido concejal por apenas cuarenta votos. No sé si me puedo considerar un "político" o no, pero me siento responsable de los aciertos y errores de mi partido. No puedo evitar sentirme ofendido cuando escucho esas diatribas de barra de bar en contra de los políticos, sin distinción. La animadversión a la política que se percibe en -casi- cada reunión de amigos o tertulia de compañeros de trabajo me entristece y me hace sentirme impotente ante el descrédito de algo que para mí es algo más que una afición o un hobby. Este blog es un intento de hacer pedagogía de la Política como actividad humana esencial, que forma parte inevitable de nuestra forma de vida. La Política impregna, le pese a quien le pese, todas las actividades del ser humano. Los que nos dedicamos a ella de alguna forma debemos esforzarnos por ser ejemplos de honestidad para aportarle prestigio. Y los que no, deberían esforzarse en valorar su importancia con rigor, abandonando la cultura de la sospecha que lleva a dar por cierta cualquier barbaridad que se impute a un político.