domingo, 2 de febrero de 2020

REENCUENTROS

Hoy, como muchos domingos por la mañana, he dedicado parte de mi tiempo a corregir unos exámenes que tenía pendientes -los que sois docentes sabéis del tiempo de "descanso" que ocupamos en estas cosas-. Pero ayer estuve de fiesta todo el día y hoy me resultaba difícil mantener la concentración. Para los mal pensados, no era resaca. Al menos, no era una resaca etílica, sino una especie de resaca emocional que me dejó la fiesta. 

Ayer celebramos la jubilación de Carlos Fernández, quien fue mi profesor de Educación Física en 1º y 2º de BUP y, después, compañero en el IES Santo Domingo durante los cursos 2006/2007 y 2007/2008. No sé cómo se lo pasaron los demás que estuvieron allí, pero yo creo que no exagero si digo que, después del propio Carlos, fui la persona que volvió más feliz a su casa después de la fiesta. Por supuesto, una parte muy importante del mérito de que la celebración fuese un éxito la tienen mis antiguos compañeros del Santo Domingo, con Carre a la cabeza, que actuó como un presidente del Comité Organizador Olímpico entregado a la causa y emocionado con la despedida de quien es, para él sobre todo, más que un buen compañero, un gran amigo.

Del propio Carlos es difícil decir algo que no se dijese ayer. Para mí, que como alumno no fui precisamente un portento de la Educación Física, fue el profesor que valoró mi esfuerzo en vencer mis limitaciones para la asignatura. También, uno de los que me acompañó en mi viaje de estudios de 3º, junto a Magda, su mujer, y algún otro profesor-compañero-amigo, como Eduardo Ortega. De mi experiencia como compañero de Carlos destaco especialmente su excelente humor en todo momento. No puedo recordar, en todo ese tiempo, ninguna cara de Carlos que no llevara estampada una sonrisa, ni ninguna situación de tensión en la que faltara su comentario socarrón de buen abderitano. 

De todos, de Carlos y de otros muchos que nos encontramos allí, me traje mucho cariño y la sensación de querernos a pesar de los años transcurridos -casi doce ya desde que no trabajo con ellos-. Puede que yo sea un poco sentimental o que a veces tienda a ser más severo conmigo mismo de lo que merezco, pero lo cierto es que para mí es -además de un orgullo- una satisfacción indescriptible que tantas y tan buenas personas me recuerden con cariño. Estoy seguro de que no se imaginan hasta que punto.

Por todo eso fue un día estupendo. Con algunos a quienes veo más, como Néstor y Samuel. Con otras con quienes mantengo contacto por compartir especialidad docente, como Inma, Eva o Fina. Con otras personas con las que he compartido experiencias no docentes, como Lola Alférez, Pili, Juan y Paco. Con quienes no han sido ni siquiera compañeras de trabajo pero siempre que nos vemos echamos un rato, como Mari Ángeles y Trini. Con compañeros que, pasado tanto tiempo de desconexión en una profesión donde se trata a cientos de personas al año, me recuerdan por mi nombre, como el Maestro -con mayúscula- Jesús López, Pilar Jurado, Ramón y Mariola. Con otros compañeros que no estaban allí físicamente, pero de quienes nos acordamos y tuvimos presentes, como Domingo y Manoli. Con el homenajeado, que si algo merece es el baño de cariño que ayer se llevó de todos nosotros junto a su familia. Y con dos personas que me aprecian, creo, muy por encima de lo que merece su convivencia conmigo -apenas dos cursos hace un montón de años-: Pepe Casasola y Carre (junto a Ángela). Ayer los dos me deciais que escribiese, que echabais de menos leer mis reflexiones en este blog. Es un gusto encontrarse gente que me valora, también, por las cosas que digo y como las digo. 

Así que sí, creo que hoy soy el más feliz de todos, con permiso de Carlos. Id haciendo cuentas, en mi jubilación quiero que tod@s estéis allí. Un abrazo inmenso. Gracias.