Cambiando de perspectiva, en Euskadi se presenta un panorama del mayor interés para el PSE. Experimenta una subida en votos superior al 15%, y en porcentaje sobre el total de votos, de más del 35%. Es prácticamente seguro que, con el recuento de las papeletas del exterior, se asigne el escaño 25 que perdió en el último minuto a favor de EA. Por todo ello, Patxi López está en situación de postularse como nuevo Lehendakari del Gobierno Vasco, puesto que tiene la posibilidad real de ser elegido con los votos, por ejemplo, del Partido Popular o del PNV.
Sin duda esta situación en Euskadi no es fácil para el PSE. Por un lado, está el compromiso de cambio adquirido por Patxi López con el electorado vasco. Por otro lado, el hecho de que ese cambio venga avalado por los votos del PP no será del gusto de muchos electores socialistas.
¿Es legítimo que Patxi López pretenda ser Lehendakari, siendo la segunda fuerza del parlamento? En mi opinión lo es por tres motivos. El primero es obvio: en la democracia parlamentaria la suma de escaños suficientes da derecho a alcanzar el Gobierno, sin más. Cualquier suma de fuerzas que alcance la mayoría absoluta es legítima por definición. Los otros dos se fundamentan en el compromiso político y en el posibilismo parlamentario. En primer lugar, Patxi López se comprometió en campaña a presentar candidatura a Lehendakari. No hacerlo ahora supone faltar a la palabra dada; hacerlo, dadas las intenciones que ya ha adelantado el Partido Popular, supone alzarse con el triunfo, sin más opciones. En segundo lugar, la del PSE es la única opción de gobierno posible a día de hoy. El PNV y sus antiguos socios no suman los 38 escaños necesarios, mientras que el PSE sí está en condiciones de sumar esos apoyos en el parlamento.
Sin embargo, de la legitimidad del PSE para alcanzar la Lehendakaritza no puede deducirse, sin más, que esta sea la mejor de las opciones. Es algo que debe analizarse con prudencia y cautela, aunque es cierto que las declaraciones de los dirigentes del PNV de estos días no ayudan demasiado a la reflexión serena.
El PNV ha sido la fuerza política más votada en las elecciones. Como tal, le corresponde a Ibarretxe iniciar los contactos correspondientes para alcanzar una mayoría suficiente. Esto es algo que debe respetarse en todo caso. A partir de ahí, dos pretensiones de Patxi López entran en clara colisión con la realidad: la de abanderar el cambio posible en Euskadi y la de abandonar definitivamente la política de frentes. No sería explicable renunciar al cambio político cuando existe la posibilidad clara de llevarlo a cabo. Tampoco sería coherente, por el contrario, acabar con el llamado frentismo valiéndose para ello de los votos del otro frente, el llamado constitucionalista.
Éste es pues, el dilema del PSE, del PSOE, y de Patxi López. Si se opta por presentar candidatura, lo cuál es un compromiso electoral, podemos acabar gobernando con el PP y arrastrados por una ola revanchista que prentenda desmontar una obra nacionalista para cambiarla por otra de signo contrario. Si Patxi López no se presenta a Lehendakari, sería un incumplimiento flagrante de su promesa de campaña, pero favorecería el cumplimiento de otro compromiso: se podría valorar la opción, a medio plazo, de formar parte de un gobierno de coalición con el PNV, enterrando definitivamente el frentismo y optando por la transversalidad (la opción preferida entre la ciudadanía vasca y que facilitaría enormemente la política de alianzas en el Congreso de los Diputados). Y luego, existen las opciones intermedias, bastante improbables. Por ejemplo, si el PNV constata su imposibilidad de lograr la investidura, pese a ser la fuerza más votada, podría renunciar a encabezar el gobierno en favor del PSE. Puede parecer extraño, pero no es más que lo que hizo Txiqui Benegas en 1986, prestándose el PSE, además, a formar parte de un gobierno de coalición, opción que sería deseable también en este caso.
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