jueves, 9 de agosto de 2012

EL ENEMIGO (II)

Terminaba la última entrada de este blog diciendo que ninguno de los supuestos enemigos a los que aludimos habitualmente como culpables de la situación económica española lo es realmente. Con esto no quiero decir que no haya cosas que mejorar en cada uno de los ámbitos citados, pero sin caer en la exageración de caricaturizar instituciones o colectivos que cumplen una labor esencial en nuestra democracia.

Los funcionarios públicos son las personas en las que el Estado delega la responsabilidad de hacer efectivos nuestros derechos fundamentales. La estabilidad de su empleo es una garantía de independencia y de profesionalidad. El hecho de que puedan ejercer sus derechos laborales sin temor a ningún tipo de represalia no debe considerarse un privilegio a extinguir, sino la meta que debemos perseguir para todos los trabajadores. Y la existencia de una minoría -que la hay- que abusa de su condición de funcionario debe animar a los poderes públicos a establecer mecanismos de control que garanticen que todos ellos cumplen debidamente con sus obligaciones, pero nunca debe servir para demonizar al conjunto del colectivo.

El Estado de las Autonomías no es un lastre económico para España. El Estado tuvo superávits del 1,3%, 2,4% y 1,9% del PIB en 2005, 2006 y 2007, respectivamente, gracias, también, a la buena gestión económica de las Comunidades Autónomas. Las críticas de los sectores de la derecha española al Estado autonómico provienen más de su tradicional animadversión a la descentralización política que de realidades objetivas. Pese a ello, hay que introducir mejoras en las Administraciones Públicas españolas de cara a mejorar la eficiencia de la gestión, evitar duplicidades en el ejercicio de competencias y lograr una corresponsabilidad fiscal real de las Comunidades Autónomas -además de eliminar las decimonónicas Diputaciones Provinciales-. La necesidad de mejoras no supone una enmienda a la totalidad del sistema, que ha manifestado muchas más luces que sombras en sus más de tres décadas de vigencia.

Nuestro enemigo no es, pues, el colectivo de funcionarios públicos, ni tampoco el Estado de las Autonomías. Tampoco nuestro estado de bienestar, que nos sale muy barato si tenemos en cuenta todas las prestaciones que nos ofrece -o nos ofrecía-. Valga como muestra que uno de sus pilares, el Sistema Nacional de Salud, está entre los más eficientes del mundo.

2 comentarios:

  1. ¡Hola Víctor! Me alegro de saludarte por la red. Un blog muy interesante el tuyo. ¡Gracias por visitarme!

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